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12-10-2013 2ª PARTE TRAVESIA BANJUL-CABOVERDE

8-10 al 12-10-2013    2ª Parte Travesía desde Banjul, (Gambia) a isla de Sal  (Cabo Verde)

La magia de una noche atlántica

La noche se convierte en un espectáculo, para el que difícilmente se pueden conseguir entradas, el Golden parece haber entrado en una vía y apenas si tenemos movimientos bruscos. Pasamos los 7 nudos de velocidad y la total oscuridad por la ausencia de la luna hace que el cielo se vista de luces, el brazo de Sagitario en nuestro cenit, dibuja un espectacular y perfecto camino al centro de nuestra galaxia. En la superficie del mar aparecían explosiones de luz, las crestas de las olas al chocar, encendían el placton, creando unas fluorescencias dignas de los mejores efectos especiales para el cine, debido a esto mismo la estela que el Golden dejaba era convertida en otro sendero de estrellas, la sensación era increíble, estábamos navegando entre dos universos.
Todo aquello era culminado por las continuas entradas en la atmosfera de meteoritos, hubo uno que después de dejar una larga estela acabo en una gran explosión, iluminando medio cielo y arrancando un ole desde lo mas hondo de nuestras emociones, jamás habíamos contemplado nada igual, acostados en la bañera no dejábamos de sorprendernos y valorar todo aquel espectáculo que la naturaleza nos estaba ofreciendo, nuestra fortuna esa noche era incalculable, sin duda alguna una gran recompensa a nuestra solicitud de vida.
Para acabar de arreglar la noche, mi amor sube a cubierta y me da un bol con sopa de fideos, si algún día tengo tiempo le construiré una estatua en medio del océano.
En esos momentos es cuando entiendes como los marineros a pesar de ser una vida tan dura, nunca se cansan de navegar y también como desde la antigüedad empezaron a creer en los dioses, a tan espectacular belleza no se le puede dar una explicación lógica.
Tanta era la visibilidad que los satélites era perfectamente visibles, sus orbitas se cruzaban y no dejaban de ser otro curioso detalle de aquella magnifica noche, donde olvidamos por completo que el propulsor a gasoil lo teníamos enfermo.
Hemos intentado expresar lo que vivimos aquella noche, lo hemos leido varias veces y es muy dificil llegar a plasmar esa mezcla de emocion-sentimiento.
Las ganas de compartir tanta felicidad con vosotros, esperamos que cubra la falta de literatura.

La lentitud del poco viento

A las 4 de la mañana mi amor que dormía placidamente me llama a voces que esta cayendo algo en la cama, cuando entro, un volador se había colado por la escotilla y aleteaba en el colchón, a este polizón que seguramente vio a Nuria por el día y quedo “enamorao”, lo echamos sin discutir,  el susto quedo en chiste.
A las 6:30 AM nos quedaban 120 millas y aquello parecía que iba a ser pan comido, pero el viento se ve que se canso y con la salida del sol en vez de subir, comenzó a hacer tonterías hasta quedar en 8-10 nudos. Así estuvo todo el día y nuestra velocidad apenas llegaba a los 4 nudos, la única suerte era que el mar del NW había bajado y nos permitía ir a rumbo, a las 11 de la noche nos faltaban 48 millas y el NE apenas llegaba a los 10 nudos. Hubo momentos que íbamos a 1,9 de velocidad, la tentación de arrancar la tuve varias veces, pero parecía que había alguien vigilando y cada vez que tenia la llave de contacto en la mano, la velocidad pasaba a mas de 3 nudos. Comenzamos a ceñir con tal de ganar un poco de velocidad y lográbamos ganar un triste nudo, aun así consideraba que era suficiente.
Las luces de la isla ya eran visibles y aquello parecía interminable, al amanecer estábamos alcanzando el norte de la isla, mi miedo a su costa me hizo trazar un circulo de 7 millas, si el viento calmaba y el motor no arrancaba no quería estar nada cerca y si por el contrario subía, aquella distancia seria poco mas de una hora.


Con los escasos 8-10 nudos había llegado el momento de cambiar de rumbo y la empopada se antojaba poca efectiva y muy incomoda, las velas apenas se aguantaban con el movimiento de las olas, obligándonos a poner un mínimo de través. Esto implicaba alguna milla mas, pero el Golden conseguía hacer unos increíbles tres nudos de velocidad. Cuando el lado oeste de la isla se hizo visible trasluchamos y el rumbo convertido ahora en un puro través, se hacia mas que cómodo, con la subida del sol, el viento comenzó a subir y se puso en 18 nudos. Estábamos a 9 millas, nuestra velocidad subió a los 6 nudos  y el horizonte de la isla nos hacia pensar si no estábamos llegando de nuevo a Fuerteventura, su parecido es increíble.


Ahora quedaba la incertidumbre de si el motor estaría dispuesto a arrancar, nuestras dudas era cuando hacerlo, después de alguna pequeña discusión que otra, decidimos hacerlo a cuatro millas. Cuando entramos en la sombra de la isla, el mar desapareció, el Golden se puso contento y hacíamos mas de 7 nudos de velocidad, en ese momento hasta con los dedos de los pies cruzados le dimos a la llave de contacto, un glorioso ronroneo rompió aquel estado de nervios, esperamos estar a menos de media milla para recoger las velas. El viento seguía en los 18 nudos pero el mar plano hacia que tuviésemos gobierno. Prepare las dos anclas por si aquel ronroneo dejaba de oírse y con aquel régimen casi de ralenti, a 1000 vueltas nos dirigimos a la pequeña ensenada de Palmeiras. Rodeamos las balizas del corto canal y justo a la entrada  a 5 mts de profundidad soltamos el ancla.


Nos abrazamos, una vez mas habíamos llegado, poco importaba en aquel momento que el agua fuese transparente y que había un montón de veleros fondeados, nuestra ansiedad solo había dejado “ojos” para oír el motor.


Un pequeño detalle al ir a apagar el PC, el OPENCPN me daba esta situación, 16º 45’ 2063” N,  22º 58’ 8039” W, al Golden le habían salido ruedas y estábamos encima de una pequeña colina, cositas de la piratería informática.
En la bahía el viento canalizado pasaba de los 18 nudos y la deriva era hacia mar abierto, nuestro bote sin motor no era la mejor opción para desembarcar. Cuando lo estoy hinchando veo que a uno de los veleros llega un bote con un chico y un señor, les hago señales y enseguida vienen a nuestro encuentro. Después de presentarnos, el chico es Lamin senegales y trabaja para Leo, francés afincado en la isla, que por suerte habla muy bien español, les pregunto si es un servicio de taxi y me dicen que no, pero que por un euro nos llevan y traen a tierra. Sin pensarlo dos veces quedamos a una hora y después de ducharnos y descargar la tensión que traíamos, nos lleva a tierra, nuestra intención celebrar la llegada, es sábado y la entrada al país puede esperar, Leo ya nos ha comunicado que sin problemas, estamos en Cabo Verde.

taxi-boat

Lamin nos acompaña al único cajero del pueblo y después de sacar dinero nos indica un sencillo restaurante. En la carta buscamos carne y leemos porco guisado con patatas fritas, aquel sencillo platito nos supo a esa otra patria, por la que rara vez se declararia una guerra, la gastronomica. El brindis con las cervezas, nuestro ritual de llegada era obligado,  y tras deleitarnos saboreando el porco, las reflexiones sobre la travesía se hacian con el tema en la sobremesa, a relucir un detalle, gracias a mal funcionamiento del motor descubrimos que con 10 nudos escasos y un mucho de paciencia, podíamos navegar a vela. Con el motor funcionando normalmente, hubiésemos arrancado y en vez de un día y medio consumiendo gasoil y oyendo su estruendosa melodía, hubiésemos estado tres. Por otro lado la navegación fue una de las más bonitas que hemos tenido y aun con la incertidumbre del fallo en la propulsión mecánica no nos evito de disfrutarla.


Después de comer y dar una pequeña vuelta por el pueblo, pudimos comprobar que a pesar de ser gente muy humilde y pobre, en sus adoquinadas calles primaba la limpieza, ni colillas habían en el suelo.




El cambio por ahora había sido brutal, solo nos quedaba ver los supermercados y los pequeños colmados (mercerías) para saber si la variedad de productos haría posible una cocina mas acorde con nuestras costumbres.
Cansados decidimos irnos al Golden, abandonarnos a la relajación y disfrutar de aquel suave clima en el cual ya no sudábamos por respirar.
El fondeo muy protegido solo dejaba entrar una ligera resaca que nos mecia comodamente.
Las mosquiteras ya no entorpecían la entrada del viento ni la nuestra al interior, detalle que puede parecer una tontería, pero os aseguramos que después de estar casi cinco meses, poniendo y quitando la indispensable tela cada vez que entrábamos o salíamos,  el poder despreocuparnos de ello era toda una comodidad que también se sumaba a este cambio.
Por la noche tapados con una ligera colcha acabamos de comprobar como nuestro confort retomaba los valores tan deseados últimamente.







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