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01-02-2013 RUTINAS DEL DIA A DIA

Rutinas del día a día

A pesar de continuar con la afición de la pesca, poco a poco la idea de comenzar a preparar el Golden iba invadiendo nuestra tranquilidad, nos quedaban menos de tres meses de amarre y había que aprovechar la electricidad y la comodidad del puerto, desde el momento que saliésemos por la bocana, seguramente volvería a pasar muchos meses hasta volver a disfrutar de las comodidades portuarias.
La lista que aun no estaba confeccionada en papel, era muy extensa para numerarla mentalmente y decidimos crearla pensando en las prioridades energéticas. Trabajo que podríamos realizar con el pequeño generador, quedaba apuntado como los mas retrasados y así hasta completar una lista equivalente a una edición del Quijote y otra de la Biblia juntos.
Los padres de Nuria estaban por llegar, y aplazamos el mas que seguro degenero al que llegaría el Golden durante los trabajos, armarios abiertos, registros del suelo levantados, herramientas en el cajón del pan, recambios hasta debajo de la almohada, en fin si alguna vez, habéis hecho una reparación en un velero, sabréis de lo que hablamos.
Asistimos a una barbacoa en un merendero que estaba en las instalaciones del puerto. Allí las tripulaciones hablaban de todo menos castellano, aun así mis esfuerzos por la comunicación me hacían comprender algún detalle que otro, esto unido a las traducciones que mi amor me hacia, lograban poder mantener alguna conversación interesante.



Un día cualquiera nos levantamos, y con la idea de salirnos de la rutina, quisimos emular al mítico Indurain. Nos envalentonamos con las bicis y comenzamos a ascender a una montañita donde estaban los repetidores de TV, madre mía la montañita, aun estamos recuperando trocitos del hígado.
A través de un escarpado camino de tierra con tramos de piedras sueltas y en algunos casos de una extrema pendiente, después de casi una hora conseguíamos hacer cima. Nuria hubo de poner pie en tierra en varias ocasiones, yo macho de la expedición y casi tan duro como Charles Bronson, agarrado al manillar hasta con la lengua conseguí demostrar el poderío del sexo masculino, y como a todo esfuerzo le corresponde un premio, este no iba a ser menos, allí arriba apoyados en la pared del repetidor, mientras recuperábamos el aliento, el paisaje bien costo aquella dura ascensión.




El océano, parecía llamarnos y hasta pedirnos perdón, invitándonos a navegarlo sin miedos. Nosotros sin responder, aceptábamos, sabiendo que las condiciones siempre serian a su favor. Las ganas de navegar desde aquella altura parecían volver a nuestros espíritus, ya casi marineros.
Para celebrar aquellos ánimos que de vez en cuando se reforzaban,  acudíamos al bar El Faro De La Entallada, en el mismo puerto, donde Miguel nos servia unas cañas heladas acompañadas de unas deliciosas tapitas y a unos precios mas que asequibles.
También queremos darles desde aquí un abrazo a toda la familia y desearles el mayor de los éxitos con su negocio.
Cuando nuestro egoísmo junto a la emoción de sacar peces superaba el sentido común,
repartíamos entre los vecinos las piezas conseguidas. Esto ayudaba a crear la atmosfera necesaria para romper esa absurda barrera que siempre evita crear lazos de amistad, tan necesarios y reconfortantes en esta vida a dos y medio (el grumete, lo contamos por medio) que llevamos.
Así fue como nuestros vecinos Neil y Erika, italianos y en principio muy serios e introvertidos, nos concedieron la confianza necesaria para compartir tanto en nuestro Golden como en su velero de nombre Manuia, cenas, comidas y entretenidas charlas sobre su tremenda experiencia navegando, forjando asi el principio de una bonita y desinteresada amistad.
Ellos acumulaban en su bitácora una vuelta al mundo a bordo de un catamarán. Este construido por su propietario, un irlandés, que puso un anuncio en Internet buscando tripulantes. Ellos que se acababan de conocer, aventureros de alma, ni cortos ni perezosos se apuntaron y después de dos años llegaron a Nueva Zelanda donde acabaron tan fantástica y osada aventura.
No quedando satisfechos, compraron con más ilusión si cabe su actual velero, un Mody 43, para navegar hasta la Polinesia y quedarse a vivir.
Estas son las increíbles historias que consiguen dar el micro impulso necesario sobre nuestras a veces inertes neuronas, haciéndolas descubrir que la vida también puede ser emocionante.
Para  la celebración del cumpleaños de Nuria invitamos a Neil y una pareja de amigos suyos, Alex y Laura, que previamente habíamos conocido en las barbacoas del puerto. Después de una copiosa cena, el Golden se convirtió en un improvisado escenario, donde las percusiones rompían el silencio del tranquilo puerto. Acabamos tocando todos instrumentos, (los bongos, darbukas, la caja, la guitarra) y la pandereta no, por que no había, una velada mas que alegre donde nuestra agenda de amigos navegantes se hacia un pelín mas amplia.





Una agradable visita

La llegada de Miguel y Trinidad esta vez resulto relajada y distendida, comprobaron que Nuria se encontraba mas que bien y que la vida que teníamos no era tan descabellada.
Venían para una semana y enseguida les propusimos hacer un poco de turismo por la isla. A Miguel le resultaba difícil esconder su pasión por la pesca, y como la previsión para los próximos días era buena, acordamos hacer una salida con el Golden.

Ya se de donde me viene a mi el espiritu aventurero.


Mi padre queriendo quitarle el puesto al capitan

Pasamos el día fondeados en Punta de la Lajita, a unas 6 millas al SW. La pesca no se dio muy bien, solo salían arañas, pero comimos y tomamos el sol relajadamente. Al regreso un grupo de calderones amenizaron la travesía acompañándonos  casi hasta la misma bocana, no dejaron que los currys tuvieran opciones pero su presencia ya de por si fue un bonito premio, crearon tal expectación a bordo que nadie fue capaz de coger una cámara . Antes de entrar a puerto nos dejamos ir a la deriva y cayeron varias piezas, incluso un pez volador choco contra el mástil y cayo en cubierta, por cierto quedo exquisito una vez harinado y frito.



Durante la estancia a una de las cañas le salio un apéndice con nombre propio, Miguel.


Habían pocos días  para mostrarles la isla relajadamente, aun así visitamos los sitios mas representativos, que nosotros anteriormente habíamos descubierto.
En Corralejo comimos con Fede y May. Aprovechando que íbamos se subieron al ferry en Lanzarote y apenas una hora mas tarde estábamos todos reunidos. Pasamos el día paseando por las bonitas playas, y degustando los platos típicos, en un bonito restaurante.





Esta ciudad se ha convertido en la capital social de la isla y la gran afluencia de turismo,  ofertas de ocio y comercios así nos lo hacia ver.
El gran boom inmobiliario de los años anteriores también había pasado por aquí, las promociones enteras de viviendas adosadas, en proceso de construcción, pero con nula actividad, así lo delataba. Suerte que la burbuja estallo, pues creemos que la isla habría acabado siendo una enorme construcción de ladrillos, ¡que barbaridad!.
La despedida de Miguel y Trinidad, ponía punto final a unos días mas que entretenidos , llena de emoción y tristeza pues en esta ocasión ya no sabíamos cuando ni donde nos volveríamos a encontrar.


Mas turismo en coche

Nuestros amigos de la bruja nos avisaban que venia a visitarnos y con la intención de recorrer la isla. Nosotros encantados al igual que con los padres de Nuria preparamos unas pequeñas rutas con los lugares mas destacados.
El primer destino fueron las cuevas de Ajuy. El pueblo con aire marinero y muy limpio acaba en una bonita playa de gravilla negra, donde las olas entraban con enorme fuerza.






A través de un sendero sobre el acantilado sin perder de vista el océano, se accede a unos antiguos hornos de cal, conservados y dignos de ver,  llama la atención el embarcadero natural donde cargaban la cal en barcas, (buen sitio para quitar los caracolillos al casco)




Después de un corto recorrido llegamos a un abertura natural en el acantilado donde unas escaleritas permiten adentrarse en unas inmensas grutas de paredes de lava solidificada, lastima no tener la carrera de geólogo y poder daros la paliza con todas las rocas que allí se podían ver.









Nos sorprendió la poca repercusión que estas cuevas tienen en el turismo de la isla. Después de ver hasta el ultimo rincón, volvimos al pueblo, que desde el acantilado se dejaba ver con su bonito vestido de pescador.


Para celebrar el descubrimiento, en una terracita en la playa como nuestra costumbre venia obligando, las cañitas bien frías y las ricas papas arrugas, acabaron de poner la guinda a tan bonito y escarpado lugar.



Desde allí ascendimos a una especie de mirador donde la visión norte de la isla dejaba ver lo desértica de la misma.


Dos enormes estatuas representaban los reyes Gose y Ayose, los dos reinos que anteriormente a la conquista de los normandos, dividían las tierras de la isla.



Después de las pertinentes fotos dimos el día de turismo por concluido, acabando en el bar del puerto con unas ¡!como no!! Cañitas.
en nuestro bar favorito desde nuestra llegada nunca fuimos capaces de hacernos una foto, una lastima.
Los Molinos, en la costa oeste, fue el destino del día siguiente. En su camino vimos el único cauce con agua. La carreterita acababa en una pequeña cala donde mis instintos surfistas eran despertados por unas olas de mar de fondo increíbles.





Para el disgusto por no llevar la tabla, decidimos parar en el bar que allí mismo había, sobre el acantilado y en una rustica terraza de madera continuamos con la tradición, tomar unas c……. bien frías.
Sin sed y mas tranquilos nos dirigimos a ver el Faro de la Entallada, en la costa este, a mas de 200 mts sobre el océano y con el alisio en su plenitud de facultades, el lugar tenia un encanto especial, el azul océano no perdía ocasión para recordarnos que nos esperaba con las olas abiertas, nosotros casi boquiabiertos nos limitábamos a admirar su belleza, dejando que su llamada por ahora, se la llevara el viento.