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21-5-2014 1ª parte, RUMBO TRINIDAD, TRABAJANDO

21-5-2014 

TRABAJANDO DE TRAVESIA

Después de varias semanas arreglando y conociendo este velero, ha llegado el día de llevarlo a la bahía de Chaguaramas, en la isla de Trinidad.
Enrique capitán del Ondine ha previsto salir del lagoon, pasar el día fondeados y acabar de pertrechar el dinghi y la cubierta, dejandolo todo preparado para partir mañana de madrugada sin depender de los horarios del puente.
Hablar del bote auxiliar es hablar de pesos pesados, neumática semirrigida de 4 mts, consola de mando, asientos, batería, motor de 50 CV, todo un peso que hay que estibar en proa, al tener los winches hidráulicos el trabajo se limita a pulsar un botón, aun asi no deja de ser una delicada operación.
A las 18 horas el Ondine esta listo para las casi 600 millas que separan las islas, cenamos y dejamos que la noche ocupe su tiempo.
Al amanecer con el sol incluido en el paisaje, levamos ancla, que lindo hacerlo pendiente de un pulsador,  después de unos cuantos minutos, el molinete es hidráulico y su trabajo se lo toma con mucha calma, para nosotros este barco se merecería un poco mas de velocidad para tal acción.
Ahora le toca el turno a la mayor, con los winches también hidráulicos, el mástil de casi 30 mts no invita a subirla manualmente, la driza es reenviada a través de un winch manual a pie de mástil, cuando tenemos todo el trapo izado, el winch manual sale disparado de su arraigo y queda en cubierta como un diabólico yo-yo.
Después del susto y con la vela flameando vamos a por el 1º rizo, acabado de instalar hacia dos días, el cabo esta atorado dentro de la botavara, después de una ardua pelea con la violenta y traviesa baluma, el cabo esta imposible de tensar, decidimos pasar un cabo por el ollao del rizo y amarrarlo a la botavara a modo de matafion, la altura de esta a cubierta es casi de 2.5 mts,  este trabajito logra despeinarnos a los tres, al final logramos dejar la mayor y su primer rizo, preparada para recibir el viento. El genova que también cuenta con enrollador hidraulico no presenta, por suerte ningún problema.
Con el viento por proa, salimos de la influencia de la isla con ayuda del motor, los 25 mts del Ondine se muestran ligeros, enseguida nos ponemos a casi 7 nudos y comenzamos a alejarnos de Sint Maarten.
Con el viento ya franco y en 15 nudos, nuestra velocidad sube a 8, Enrique apaga motor y el placer de navegar a vela comienza.

DEJAMOS SINT MAARTEN POR UNOS DIAS
 Nuestro rumbo, obliga a poner poco angulo entre la proa y el viento, las olas están incluidas y comienzan a abofetear la amura de babor, nuestros desmarinizados cuerpos enseguida notan el traqueteo y se niegan a responder como deben, sin llegar a estar mareados, el malestar se adueña de nuestros pensamientos, distorsionando el momento, lo que habría de ser un disfrute es convertido en un mal sabor marinero.
Pasamos el día ganando barlovento y perdiendo kilos, el apetito no esta por la labor y apenas si comemos. El Ondine ajeno a nuestra nula adaptación, navega alegre y su velocidad no baja de 9 nudos, creemos que hasta cantaba y bailaba al mismo tiempo.



Al pasar por las islas de San Kitts y Nevis, recordamos nuestras desventuras, de llegar a este, todavía desconocido Caribe, el horizonte nos resulta familiar y acabamos comentando la rotura del cadenote. Muchos días han pasado desde aquel entonces y cuanto ha cambiado nuestra situación.
Llega el atardecer y con el, el tema de las guardias, decidimos hacer 3 horas por turno, uno de guardia, uno de reten en cubierta y el otro descansa.
A medianoche el viento arrecia, la silueta de la isla de Guadalupe se ve en el horizonte y la velocidad pasa de los 10 nudos, la proa no deja de sumergirse bajo las olas, y el agua  recorre los 25 mts de regala hasta llegar a popa, donde suavemente te moja los pies.
Los pilotos de babor-estribor de la proa, se sumergen a cada ola tiñendo el agua de color rojo y verde, esto unido a los coloridos rociones, hace que parezca que vamos navegando en una fuente luminosa, por otro lado, nuestro camarote asignado esta situado en proa, por la escotilla entra una seria cantidad de agua salada, convirtiendo nuestras literas en enormes esponjas, donde lo mejor que se podía hacer era enjabonarte y restregarte contra el colchón.
Al amanecer y con 24 horas de navegación las millas recorridas por esta nave metálica, nos dejan pasmados, 238, casi la mitad de la travesía, .
Nuestro rumbo deja de ser ceñida, el viento permite abrir velas y la velocidad no baja de los 10 nudos, el navegar de este maxi de 40 años de edad es sorprendente, nosotros acostumbrados a los 5 nudos tenemos la sensación de ir en una motora.
Con el nuevo día poco cambia la situación, nuestros estómagos continúan en huelga, negándose a que podamos disfrutar de tan extraordinaria navegación, una verdadera pena.
Las millas caen a ritmo de rock y calculamos que mañana antes del anochecer estaremos fondeados, no deja de resultarnos increíble la media de millas recorridas.
El viento se instala en los 18 nudos y las olas dejan de inundar la cubierta, aun así nosotros seguimos tocados y apenas si comemos.
La noche transcurre tranquila y solo la presencia de un mercante que nos cruza por popa a menos de media milla, merece mención, son momentos muy delicados para que: “ la noche te confunda”, el hecho de tener A.I.S.  a bordo, simplifico y mucho la situación.
Cuando aparece el día, la isla de Grenada la tenemos al traves, el sotavento nos permite una placida navegación y nuestros cuerpos parecen adquirir  la normalidad, aparece el hambre, vamos al baño con buenos resultados, en fin,  sencillas y normales actividades sin las cuales, es muy complicado responder.
Con el equilibrio sensorial sobre psicomotricidad marina, ya instalado en nuestros cuerpos, nuestras mentes se relajan y comienza a sentir y vivir la navegación.
El mar, deja de ser tu enemigo, mi amor es, mi amor de siempre, aparece el pensamiento y junto a el, la grandiosidad de la navegación a vela.

A PESAR DE LA AMENAZA DE LLUVIA, LA ALEGRIA ESTABA A BORDO
Al dejar el sotavento de la isla, en el horizonte vemos, como las espumas de las olas se agrandan, el tema de conversación es el fetch de las olas, en esta latitud su recorrido llega limpio desde las costas africanas.
Cuando llega el mediodía nuestra distancia a Trinidad es de 40 millas, al contrario de lo que nos parecía las olas no han sido un problema y la navegación en medio del canal continua siendo, de placer.
La silueta de una plataforma petrolifera rompe el horizonte y la isla comienza a ser visible entre las bajas nubes.



En esta zona nos han comentado que ya es peligrosa la navegación, la proximidad a Venezuela y sus peñeros, hacen posible algún ataque pirata, se recomienda calcular la llegada siempre de día.
La entrada a Chaguaramas la haremos por La Boca Del Diablo, paso muy estrecho entre islotes con corrientes muy fuertes, Enrique conocedor del lugar nos explica la maniobra y así relatada parece, el lugar ideal para tener un naufragio.



El estrecho canal sembrado de islotes,  da paso a la bahía, el lugar parece estar en época seca, sus laderas plagadas de vegetación seca, daban ese aspecto.





A primera vista, parece un refugio de remolcadores, esta lleno de estos potentes barcos, y en el horizonte los grandes buques, le dan un porque.


CHAGUARAMAS, TRINIDAD


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