18-09-2013
Banjul !toda una sorpresa¡
Ibrahim ya esta esperando en el
muelle, este hombre dice trabajar en el puerto, es el pesado que ayer nos hizo
bajar a tierra y nos acompaño para hacer la entrada al país.
Hoy toca aduanas y oficina del
puerto, con él de guía nos dirigimos a aduanas, una vez en los despachos vemos
que cada mesa dispone de ordenador, para que lo usan, no lo sabemos, pues toda
la documentación la rellenamos nosotros y a mano. Al ser por duplicado y ante
la falta de hojas de calcar lo tenemos que hacer dos veces. La pelea con los bolígrafos
sigue vigente y el agente que nos atiende dice no entender como no llevamos un bolígrafo…
con algún que otro refunfuño nos presta el suyo.
Después de acabar con la
documentación nos pasan con el oficial al mando y este dice que quiere subir al
barco para hacer la inspección. Nosotros, sin problemas le decimos que
adelante, nos sube en su vehiculo y nos dirigimos al muelle de los pescadores
donde el Golden esta fondeado. Cuando el oficial ve el bote neumático y lo
lejos que esta el barco de tierra, sin cortarse lo mas mínimo nos dice que no
va a subir a bordo, y ¿que tenemos para regalarle? Mi amor que llevaba otra
botella de vino se la da y el tipo parece ofenderse, la coge da dos vueltas
sobre si mismo y nos la devuelve, nos pregunta si no tenemos otra cosa y le
decimos que no. Se queda pensando y nos lleva de vuelta a la oficina, allí pone
la firma en la documentación y nos da la bienvenida al país, nosotros salimos
de allí pensando que vaya rostro que se gastan los agentes de aduanas gambianos.
Ibrahim nos conduce a las
oficinas del puerto, allí todos parecen almirantes, con trajes de marineros. Nos
hacen varias preguntas, ¿de donde venimos? a ¿donde vamos?, ¿cuantos días
estaremos? y nos dan instrucciones para recorrer el río y sus islas, eso si
todos muy correctos y simpáticos, previo pago de 12 euros y rellenar unos
formularios por fin estamos legales en Gambia.
Le decimos a nuestro guía que
queremos tomar unas cervezas bien frías, nos sorprendemos de su sorpresa, no
sabe donde hay un bar, ¡es increíble! Después de preguntar en varios sitios le
van indicando y acabamos en una casa particular sentados en un sofá, nos
miramos los dos y claro aquello es para partirse el pelo. Después de esperar
varios minutos aparece una chica y cuando le decimos lo que deseamos nos dice
que cerveza no, salimos y resulta que Ibrahim se había confundido. Vuelta a la
calle y dos puertas mas abajo es el bar, entramos y no sabemos muy bien si nos
hemos vuelto a equivocar, la única pista son las cajas de cervezas en el patio.
Sentados debajo de un tejadillo nos sirven dos cervezas, el lugar bien
pintoresco jamás lo hubiésemos localizado por nosotros mismos. Con los días
comprobamos que en todo Banjul solo hay dos sitios para tomar cerveza, su
población es prácticamente de mayoría musulmana y en la calle esta muy difícil
el consumo de alcohol.
a la derecha Ibrahim |
Nos despedimos de nuestro guía y
le damos una propina, aunque ya veníamos avisados de estos sujetos que se te
arriman y quieren hacerte de guía hasta para orinar, la verdad es que entre la
gran calor que hace y las vueltas que tienes que dar nos facilito mucho la
tarea.
Ellos van haciendo de
intermediarios en todas las compras que hagas, primero pactan en su dialecto
para que no te enteres de nada y luego te dejan que empieces con el regateo. Te llevan a los comercios que les interesa,
donde ya tienen prefijada su comisión, todo esto es a escondidas y si el hecho
de pagar un poco mas nos resultaba molesto, el que te tomen por “blanco-tonto”
nos hacia tener algún que otro cabreo interior.
Un ejemplo: para aduanas nos hacían
falta fotocopias de los pasaportes sellados y de la documentación del barco,
este Ibrahim nos llevo a la conchinchina y además a paso de legionario, esto
hace que vayas con la frente como una fuente, chorreando agua, y el cerebro
solo ocupado en la respiración y de ir por las sombras, cuando por fin llegas
al sitio a tu inteligencia aun le quedan mas de diez minutos para llegar.
Resultado: nos cobraron casi 6
euros por las fotocopias. Por el camino yo veía como dejábamos atrás sitios
donde hacían fotocopias, después cuando te relajas y refrescas, caes en la
cuenta y te cagas dentro de tu frente por ser tan “abobao”.
Una vez solos, decidimos recorrer
un poco las calles, la impresión que nos dio es un poco rara, no sabes si la
ciudad esta siendo o ha sido bombardeada, si la están construyendo o
destruyendo, todas sus calles son verdaderos pastizales de barro y agua, los
edificios, quitando los bancos y los dedicados a la telefonía movil que son de
nueva construcción y están muy conservados, el resto parecen abandonados o
estar construidos con restos conseguidos en chatarrerías.
Pensamos como se lo montan en las
agencias de viajes para decir que Banjul es increíblemente bonito, de hecho el
turismo a esta ciudad no llega, nunca vimos más blancos que nosotros mismos.
Si en Senegal, nos asombraba la
cantidad de comercios que podía haber, aquí era una locura. Todos los comercios
con cara y ojos, están regidos por libaneses, el resto son ventas ambulantes o
pequeños colmados, la impresión es que a Banjul viene mas de media África a
comprar.
Caminar se hace muy duro,
acabamos los dos empapados en sudor y con un cansancio similar al de haber
corrido una maratón.
Comprobamos que las verduras y
hortalizas están igual o peor que en Senegal, eso si hay dos supermercados y un
gran mercado, el Royal Albert Market, un laberinto de puestos en el que te
puedes llegar a perder y desorientar muy fácil, lo que no encuentres aquí, no
lo habrá en todo Banjul.
a la izquierda Lamin |
En el muelle donde dejamos el
auxiliar conocemos a Aliu, un marine de las fuerzas navales de Gambia, dice ser
el piloto de una de las patrulleras que tenemos al lado. Nos pregunta si nos
hace falta agua para el barco y se presta a traerla, nos pide el bote y las
garrafas y en menos de media hora vuelve con 130 litros , nos dice que
las vaciemos que va a por mas y dicho y hecho, aquello nos deja patidifusos. Al
día siguiente viene en el bote que ellos usaban para los cambios de guardia y
dice si puede ver el barco y charlar un rato con nosotros. Nos explica muchas
cosas de Gambia y después de un buen rato se va. Nosotros nos miramos y los dos
pensamos lo mismos, otro samaritano que ya veremos por donde saldrá.
Así pasaban los días y Aliu nos traía
mas agua, pescado que le regalaban los pescadores y cada tarde nos tomábamos un
café y charlábamos. Una de aquellas tardes le digo que me resulta muy extraño
su hospitalidad y que ya estamos muy mosqueados, que siempre nos ha salido rana
el príncipe, se nos queda mirando y nos contesta que él lo hace por que su país
tenga buena imagen y que se siente mejor consigo mismo ayudando a los demás.
Nosotros seguimos desconfiando, son demasiados meses en aquellas tierras para
no hacerlo, aun así le regalamos un traje de agua, una botella de vino que también
rechazo de primeras y al final se acabo llevando y tabaco, todo ello sin ningún
pesar, el chico desde luego se lo gano a pulso.
Tener aquellas tres patrulleras
fondeadas a escasos mts de nosotros, daba una seguridad que nos hacia falta, si
hasta la fecha nunca habíamos padecido percance alguno, desde la noche de las
redes, a bordo siempre hubo un halo de inseguridad.
Aliu se encargo de restar
importancia al suceso y poco a poco devolvernos la tranquilidad.
El fue quien nos informo que a
pocos kms estaba la “SECOND CITY” ciudad enteramente construida para los
turistas y que allí había grandes supermercados donde habían todo tipo de
productos. También nos oriento sobre los precios, confirmo lo que ya sabíamos,
si tu piel es blanca los tomates o lo que sea, lo vas a pagar mas caro, también
del coste de los taxis, minibuses, y sobre todo de los famosos guías.
Nuestra necesidad de comprar
alimentos seguía en pie y allá que nos fuimos a la “ second city”, también
llamada Senegambia. Con un minibus y dos taxis que nos costaron 2,5 euros,
llegamos a la famosa ciudad, una vez en los súper comprobamos que la variedad
de alimentos es nula y sus precios mas caros que en Banjul.
Suerte que íbamos informados de
los precios, hubo algún taxista que nos quiso cobrar hasta cinco veces mas, es
un descaro de gente, llegamos a pensar que el cuento de pinocho esta equivocado,
pinocho no era italiano sino musulmán. Vaya manera de convertir la mentira en
cultura, no acabamos de entender como se puede pedir hasta cinco veces mas por
una cosa y luego bajarse los pantalones y venderlo por menos de un tercio, eso
para nosotros es engañar, ni regateo ni leches.
Eso si aquello parecía Salou, lleno
de hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs, en la calle principal hasta pizzerías.
En una de ellas acabamos comiendo y la verdad que estuvo muy bien, de bebida
por fin unas cervezas, todo un lujo, el precio 2 pizzas, 4 cervezas y un café
14 euros, los precios también eran los de Salou.
Aquí comprobamos como el turismo
es traído desde el aeropuerto y no tiene nada que ver con la capital, todo esta
hecho por y para los blancos, empaquetados turisticamente hablando.
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