Rutinas del día a día
A pesar de continuar con la
afición de la pesca, poco a poco la idea de comenzar a preparar el Golden iba
invadiendo nuestra tranquilidad, nos quedaban menos de tres meses de amarre y
había que aprovechar la electricidad y la comodidad del puerto, desde el
momento que saliésemos por la bocana, seguramente volvería a pasar muchos meses
hasta volver a disfrutar de las comodidades portuarias.
La lista que aun no estaba
confeccionada en papel, era muy extensa para numerarla mentalmente y decidimos
crearla pensando en las prioridades energéticas. Trabajo que podríamos realizar
con el pequeño generador, quedaba apuntado como los mas retrasados y así hasta
completar una lista equivalente a una edición del Quijote y otra de la Biblia juntos.
Los padres de Nuria estaban por
llegar, y aplazamos el mas que seguro degenero al que llegaría el Golden
durante los trabajos, armarios abiertos, registros del suelo levantados,
herramientas en el cajón del pan, recambios hasta debajo de la almohada, en fin
si alguna vez, habéis hecho una reparación en un velero, sabréis de lo que
hablamos.
Asistimos a una barbacoa en un
merendero que estaba en las instalaciones del puerto. Allí las tripulaciones
hablaban de todo menos castellano, aun así mis esfuerzos por la comunicación me
hacían comprender algún detalle que otro, esto unido a las traducciones que mi
amor me hacia, lograban poder mantener alguna conversación interesante.
Un día cualquiera nos levantamos,
y con la idea de salirnos de la rutina, quisimos emular al mítico Indurain. Nos
envalentonamos con las bicis y comenzamos a ascender a una montañita donde
estaban los repetidores de TV, madre mía la montañita, aun estamos recuperando
trocitos del hígado.
A través de un escarpado camino
de tierra con tramos de piedras sueltas y en algunos casos de una extrema
pendiente, después de casi una hora conseguíamos hacer cima. Nuria hubo de
poner pie en tierra en varias ocasiones, yo macho de la expedición y casi tan
duro como Charles Bronson, agarrado al manillar hasta con la lengua conseguí
demostrar el poderío del sexo masculino, y como a todo esfuerzo le corresponde
un premio, este no iba a ser menos, allí arriba apoyados en la pared del
repetidor, mientras recuperábamos el aliento, el paisaje bien costo aquella dura
ascensión.
El océano, parecía llamarnos y
hasta pedirnos perdón, invitándonos a navegarlo sin miedos. Nosotros sin
responder, aceptábamos, sabiendo que las condiciones siempre serian a su favor.
Las ganas de navegar desde aquella altura parecían volver a nuestros espíritus,
ya casi marineros.
Para celebrar aquellos ánimos que
de vez en cuando se reforzaban, acudíamos
al bar El Faro De La
Entallada , en el mismo puerto, donde Miguel nos servia unas
cañas heladas acompañadas de unas deliciosas tapitas y a unos precios mas que asequibles.
También queremos darles desde
aquí un abrazo a toda la familia y desearles el mayor de los éxitos con su
negocio.
Cuando nuestro egoísmo junto a la
emoción de sacar peces superaba el sentido común,
repartíamos entre los vecinos las
piezas conseguidas. Esto ayudaba a crear la atmosfera necesaria para romper esa
absurda barrera que siempre evita crear lazos de amistad, tan necesarios y
reconfortantes en esta vida a dos y medio (el grumete, lo contamos por medio)
que llevamos.
Así fue como nuestros vecinos
Neil y Erika, italianos y en principio muy serios e introvertidos, nos
concedieron la confianza necesaria para compartir tanto en nuestro Golden como
en su velero de nombre Manuia, cenas, comidas y entretenidas charlas sobre su
tremenda experiencia navegando, forjando asi el principio de una bonita y
desinteresada amistad.
Ellos acumulaban en su bitácora
una vuelta al mundo a bordo de un catamarán. Este construido por su
propietario, un irlandés, que puso un anuncio en Internet buscando tripulantes.
Ellos que se acababan de conocer, aventureros de alma, ni cortos ni perezosos
se apuntaron y después de dos años llegaron a Nueva Zelanda donde acabaron tan
fantástica y osada aventura.
No quedando satisfechos,
compraron con más ilusión si cabe su actual velero, un Mody 43, para navegar
hasta la Polinesia
y quedarse a vivir.
Estas son las increíbles
historias que consiguen dar el micro impulso necesario sobre nuestras a veces
inertes neuronas, haciéndolas descubrir que la vida también puede ser
emocionante.
Para la celebración del cumpleaños de Nuria
invitamos a Neil y una pareja de amigos suyos, Alex y Laura, que previamente habíamos
conocido en las barbacoas del puerto. Después de una copiosa cena, el Golden se
convirtió en un improvisado escenario, donde las percusiones rompían el silencio
del tranquilo puerto. Acabamos tocando todos instrumentos, (los bongos,
darbukas, la caja, la guitarra) y la pandereta no, por que no había, una velada
mas que alegre donde nuestra agenda de amigos navegantes se hacia un pelín mas
amplia.
Una agradable visita
La llegada de Miguel y Trinidad
esta vez resulto relajada y distendida, comprobaron que Nuria se encontraba mas
que bien y que la vida que teníamos no era tan descabellada.
Venían para una semana y
enseguida les propusimos hacer un poco de turismo por la isla. A Miguel le
resultaba difícil esconder su pasión por la pesca, y como la previsión para los
próximos días era buena, acordamos hacer una salida con el Golden.
Ya se de donde me viene a mi el espiritu aventurero. |
Mi padre queriendo quitarle el puesto al capitan |
Pasamos el día fondeados en Punta
de la Lajita ,
a unas 6 millas
al SW. La pesca no se dio muy bien, solo salían arañas, pero comimos y tomamos
el sol relajadamente. Al regreso un grupo de calderones amenizaron la travesía
acompañándonos casi hasta la misma
bocana, no dejaron que los currys tuvieran opciones pero su presencia ya de por
si fue un bonito premio, crearon tal expectación a bordo que nadie fue capaz de
coger una cámara . Antes de entrar a puerto nos dejamos ir a la deriva y
cayeron varias piezas, incluso un pez volador choco contra el mástil y cayo en
cubierta, por cierto quedo exquisito una vez harinado y frito.
Durante la estancia a una de las
cañas le salio un apéndice con nombre propio, Miguel.
Habían pocos días para mostrarles la isla relajadamente, aun
así visitamos los sitios mas representativos, que nosotros anteriormente
habíamos descubierto.
En Corralejo comimos con Fede y
May. Aprovechando que íbamos se subieron al ferry en Lanzarote y apenas una
hora mas tarde estábamos todos reunidos. Pasamos el día paseando por las
bonitas playas, y degustando los platos típicos, en un bonito restaurante.
Esta ciudad se ha convertido en
la capital social de la isla y la gran afluencia de turismo, ofertas de ocio y comercios así nos lo hacia
ver.
El gran boom inmobiliario de los
años anteriores también había pasado por aquí, las promociones enteras de
viviendas adosadas, en proceso de construcción, pero con nula actividad, así lo
delataba. Suerte que la burbuja estallo, pues creemos que la isla habría
acabado siendo una enorme construcción de ladrillos, ¡que barbaridad!.
La despedida de Miguel y
Trinidad, ponía punto final a unos días mas que entretenidos , llena de emoción
y tristeza pues en esta ocasión ya no sabíamos cuando ni donde nos volveríamos
a encontrar.
Mas turismo en coche
Nuestros amigos de la bruja nos
avisaban que venia a visitarnos y con la intención de recorrer la isla. Nosotros
encantados al igual que con los padres de Nuria preparamos unas pequeñas rutas
con los lugares mas destacados.
El primer destino fueron las
cuevas de Ajuy. El pueblo con aire marinero y muy limpio acaba en una bonita
playa de gravilla negra, donde las olas entraban con enorme fuerza.
A través de
un sendero sobre el acantilado sin perder de vista el océano, se accede a unos
antiguos hornos de cal, conservados y dignos de ver, llama la atención el embarcadero natural donde
cargaban la cal en barcas, (buen sitio para quitar los caracolillos al casco)
Después de un corto recorrido
llegamos a un abertura natural en el acantilado donde unas escaleritas permiten
adentrarse en unas inmensas grutas de paredes de lava solidificada, lastima no
tener la carrera de geólogo y poder daros la paliza con todas las rocas que
allí se podían ver.
Nos sorprendió la poca repercusión
que estas cuevas tienen en el turismo de la isla. Después de ver hasta el
ultimo rincón, volvimos al pueblo, que desde el acantilado se dejaba ver con su
bonito vestido de pescador.
Para celebrar el descubrimiento,
en una terracita en la playa como nuestra costumbre venia obligando, las
cañitas bien frías y las ricas papas arrugas, acabaron de poner la guinda a tan
bonito y escarpado lugar.
Desde allí ascendimos a una
especie de mirador donde la visión norte de la isla dejaba ver lo desértica de
la misma.
Dos enormes estatuas representaban los reyes Gose y Ayose, los dos reinos que anteriormente a la conquista de los normandos, dividían las tierras de la isla.
Después de las pertinentes fotos dimos el día de turismo por concluido, acabando en el bar del puerto con unas ¡!como no!! Cañitas.
en nuestro bar favorito desde nuestra llegada nunca fuimos capaces de hacernos una foto, una lastima.
Dos enormes estatuas representaban los reyes Gose y Ayose, los dos reinos que anteriormente a la conquista de los normandos, dividían las tierras de la isla.
Después de las pertinentes fotos dimos el día de turismo por concluido, acabando en el bar del puerto con unas ¡!como no!! Cañitas.
en nuestro bar favorito desde nuestra llegada nunca fuimos capaces de hacernos una foto, una lastima.
Los Molinos, en la costa oeste,
fue el destino del día siguiente. En su camino vimos el único cauce con agua. La
carreterita acababa en una pequeña cala donde mis instintos surfistas eran
despertados por unas olas de mar de fondo increíbles.
Para el disgusto por no llevar la tabla, decidimos parar en el bar que allí mismo había, sobre el acantilado y en una rustica terraza de madera continuamos con la tradición, tomar unas c……. bien frías.
Para el disgusto por no llevar la tabla, decidimos parar en el bar que allí mismo había, sobre el acantilado y en una rustica terraza de madera continuamos con la tradición, tomar unas c……. bien frías.
Sin sed y mas tranquilos nos
dirigimos a ver el Faro de la Entallada, en la costa este, a mas de 200 mts
sobre el océano y con el alisio en su plenitud de facultades, el lugar tenia un
encanto especial, el azul océano no perdía ocasión para recordarnos que nos
esperaba con las olas abiertas, nosotros casi boquiabiertos nos limitábamos a
admirar su belleza, dejando que su llamada por ahora, se la llevara el viento.
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