08-2012
Con la llegada del Jemanya y tras
los saludos de rigor, comenzamos a preparar la ruta a seguir. Sin definir
fechas ni horarios, el rumbo y las zonas a visitar quedaban bien claros, los
destinos Huelva y el sur del Portugal.
Con los últimos sorbos a las fresquitas
cañas de cerveza en la terraza del “club marítimo linense”, dábamos por acabada
la tertulia de ultima hora con la experta tripulación del Jemanya. Decidimos
navegar de día y fondear de noche, se trataba de navegar y disfrutar, mención
aparte que navegar tan próximos a la costa en aquellas zonas no era lo mas
aconsejable, minadas de redes y barcas de pesca faenando.
La noche extrañamente quedo sin
viento dando paso a las húmedas nieblas
que tan normales son en esta época. La bocina del faro de punta Europa
susurraba, avisando a todos los buques que allí comenzaba o terminaba el siempre imprevisible estrecho de
Gibraltar, dando al lugar un aire lugubresco. Aquellas nieblas tardaban a veces
mas de medio día en desaparecer, hasta el inmenso peñón era engullido cambiando el habitual horizonte, si bien a las gentes del lugar aquello les
parecía algo normal, nos dejaba sorprendidos
que en pleno verano día si y día también se prodigara aquel fenómeno que escondía el sol y todo lo que estuviese a
su alcance
Bien por neófitos en el marinero
mundo que nos habíamos sumergido, o por las ganas de navegar, una vez mas nos
encontrábamos con aquel extraño stress.
Hacia casi dos meses que llegamos a La
Linea y nuestra
navegación se había limitado a tres salidas al estrecho, esta seria la primera
salida al océano atlántico. Si bien no nos alejaríamos de la costa, nuestro
valorado y querido Mediterráneo quedaría atrás. Una nueva dosis de aventurilla para alimentar nuestras marineras almas.
En el Golden todo estaba preparado,
los armarios y las neveras rebosaban, los depósitos de agua llenos, el del gasoil a mitad, pues
los novecientos litros de capacidad representaban novecientos euros, llenando
en Gibraltar, y era demasiado dinero. En cubierta todo bien trincado y nosotros
con esa paz de espíritu que se siente
cuando compruebas que tus sueños, sueños son, pero ahora formábamos parte intríseca de
ellos. Cada día que pasaba nos convenciamos un poquito mas, aquella vida que
recién nos comenzaba a tratar, lo estaba haciendo tan sencilla como increíblemente
bien y nosotros, sin dejar de ser conscientes en todo momento de la inmensa
fortuna que poseíamos.
Acostados con la expectación de
una noche de reyes, nos abrazamos y permanecimos inmóviles y en silencio dejando
que los susurros del amor hablaran por nosotros.
Conectados por la vhf al Yemanja soltamos amarras del club marítimo linense.
El levante soplaba suave y el
estrecho de Gibraltar nos aguardaba con sus azules y correosas aguas, el destino Portugal ,la hora de llegada, simplemente
ni teníamos ni queríamos saberla. Tras seis horas de navegación con el levante
muy flojo y el motor a medio régimen , pasábamos el faro de Tarifa. Teclo nos
avisa de fondear junto a la duna de Bolonia
, resguardados del poniente venidero y a merced de la mar de fondo de levante .
Dejamos caer el ancla en aquellas transparentes aguas de la ensenada de
Bolonia, el lugar aunque ya conocido por haber estado por tierra ,no dejaba de
ser encantador. La alfombra verde de pinos diseminados sobre las dunas de arena dorada formaban un paisaje
tan paradisiaco que podría ser cualquier balneario tropical. La obligada ascensión a la
duna nos permitió tener una visión, si cabe aun mas espectacular del lugar
donde nos encontrábamos .
Desde su cima los veleros rompían el color verde de sus aguas y aquella foto será difícil de olvidar.
Desde su cima los veleros rompían el color verde de sus aguas y aquella foto será difícil de olvidar.
La noche lejos de ser tranquila y
bailando al ritmo del mar de fondo que recibíamos por el través, nos hacia mecernos mas de lo necesario
para dormir.
Con el nuevo día se presentaba
otra etapa, de la cual ni la distancia ni el destino eran conocidos por ninguno
de los tripulantes de los dos barcos. Como es natural y a pesar de haber tomado
las medidas para no navegar con la corriente en contra, acabamos haciendo una
media de tres nudos, algo tan pesado como aburrido, ya que a motor toda la
expectación era ver como caían los bocadillos de jamón ,exquisitos por cierto. Al
llegar la tarde decidimos fondear en
Chiclana , una orillera cabreada , por su modo de recibirnos , seguida de unas
mil doscientas picaduras de mosquitos , nos hicieron volver al barco con las
manos ocupadas en extirpar el veneno mosquitero y empapados de agua orillera.
Eso si la noche fue de lo mas movidita con otro mar de través que nos mecía mas
que en Bolonia.
Cuando amaneció seguíamos con el
mismo plan. o sea ninguno, con rumbo eso si siempre NW .También con la idea de
navegar de día fondear de noche,
iniciamos la navegación con rumbo a Huelva. El viento continuaba enojado
con nosotros ,lo poquito que soplaba nos daba por la pura proa y el ronroneo
del motor se hacia mas cansino que el día anterior. En mitad de camino decidimos probar suerte en San Lucas de Barrameda, población
situada en la desembocadura del río Guadalquivir. La llegada con marea baja y
el desconocimiento de la zona no nos permitió aventurarnos para encontrar un fondeo, con lo
que decidimos poner rumbo al Rompido de Cartaya.
La noche asomaba y como siempre
el ancla pedía de arena donde enterrar sus garras. Rumbo directo a tierra entre un laberinto de
redes y boyas, alcanzamos una playa desierta de unos cuantos kms de larga, perteneciente al parque
natural del Coto de Doñana, aunque estaba a mar abierto, el buen clima permitía
poder pasar la noche.
Tras el debido fondeo, chinchorros al agua y paseo
genial. Con la bajamar nos convertimos en
robinsones, recogiendo pichinas que una vez pasadas por la sartén
estaban de chuparse las uñas.
Con la noche en el horizonte y como venia siendo habitual el mar y el viento no se ponían de acuerdo , así que una vez mas el mar de través convertían al Golden en una batidora y a nosotros en sus ingredientes, el sueño seguía siendo tan escaso como necesario.
Para que no se enfriaran la foto la hicimos después |
Con la noche en el horizonte y como venia siendo habitual el mar y el viento no se ponían de acuerdo , así que una vez mas el mar de través convertían al Golden en una batidora y a nosotros en sus ingredientes, el sueño seguía siendo tan escaso como necesario.
El día amaneció soleado y con una
brisita de NW .Último paseo por aquella desierta y kilometrica playa. Subimos el pequeño
barranco de arenisca, desde allí arriba la vista era magnifica. Después del
desayuno, rumbo al Rompido, la brisita de NW paso a ser de 25 nudos y claro por
la proa ,ya lo teníamos seguro, el dios Eolo no estaba de nuestra parte, el muy
gamberro se empeñaba en hacernos gastar el gasoil a cubos y por el momento lo
estaba consiguiendo. La ceñida a pesar de nuestro intento por las horas de sol
disponibles imposible se antojaba , aquellas aguas plagadas de redes no eran
las ideales para navegar de noche. A poco mas de 5 nudos el calculo del gps nos
dejaba un margen de dos horas de luz,
mas que suficiente para fondear en el río Piedras.
La entrada al canal
nos la pasamos de largo y una gran barrera de arena sumergida a menos de un
metro a punto estuvo de costarnos la primera varada. Media vuelta y dos millas
hacia atrás vimos las boyas verde y roja. Un canal que discurría paralelo a la
playa nos adentraba en el río. El paraje era pintoresco una gran barra de arena
impedía al océano arrasar con aquella apacible ria y sus casas en la misma
orilla. Un pequeño puerto deportivo y una infinidad de boyas a las cuales
amarraban los mas variopintos botes, tanto de pesca como de recreo.
Fondeamos
justo enfrente del Rompido, a un lado del canal y con espacio suficiente para
los consabidos borneos de las mareas. La cita era mas que obligada y las
cañitas frescas nos esperaban en alguna de aquellas terrazas que veíamos. Botes
al agua y efectivamente lo que desde el barco se veía eran bares de tapas, el
esfuerzo seria el mínimo y la tentación el máximo. Unas cañitas y unas tapitas sobre
la misma arena pusieron final a una jornada completita.
La idea de recorrer el rio hasta
la población de Cartaya con los auxliares fue la propuesta para el día siguiente
, y así lo hicimos. La poca profundidad río arriba nos impidió llegar, pero la
navegación fue entretenida. En cada recodo los mariscadores profesionales
buscaban las almejas y berberechos metidos en el lodo hasta la cintura y con
unos rastrillos tan artesanales como primitivos, le daban un aire de nativos,
cual isla de otra civilización. En aquellas marismas habían tantas almejas
como kilos de lodo por metro cuadrado, de ellos damos fe todos los integrantes
de la excursión, al ser granjas y estar delimitadas, estaba prohibida su extraccion.
Con la noche de agosto que hacia, era un
pecado no acudir a alguna terraza a tomar unas cañas, y nosotros no somos pecadores, así que adivinar donde acabamos de
ponerle el broche de honor a otro día vivido.
El bote auxiliar convertido en
utilitario se hacia indispensable para acceder a cualquiera de las orillas del
río, al margen derecho el pueblito Rompido de Cartaya con sus terrazas y tapas de
pescado y mariscos y en el izquierdo separada por una barra de arena, una playa
al Atlántico, la cual debido a la poquísima profundidad de sus aguas estas eran
tan cálidas casi mediterráneas, algo que tanto Nuria como yo valoramos
muchísimo
Los días transcurren volados como
antiguamente en vacaciones, y la idea de seguir al oeste nos hace planear la
salida. Este lugar es encantador y seria digno para pasar un verano entero.
Tanto el fondeo como el acceso a tierra con el bote hacían difícil pensar en irse, pero nuestro espíritu marinero, unido al empuje de Teclo nos hace levar anclas y poner rumbo a la isla de Culatra en la ria de Formosa. Portugal nos espera.
Tanto el fondeo como el acceso a tierra con el bote hacían difícil pensar en irse, pero nuestro espíritu marinero, unido al empuje de Teclo nos hace levar anclas y poner rumbo a la isla de Culatra en la ria de Formosa. Portugal nos espera.
Amanece y con todo preparado
salimos del rio. El día esplendido y una brisa del SW avisa que de navegar a
vela nos olvidemos, nuestro rumbo esta destinado a ser el contrario al viento.
Un cambio de ultima hora se nos antoja y decidimos visitar el rio Guadiana , a escasas dieciséis
millas, llegaremos a la hora de comer. Con un estuario importante su entrada no
comporta ningún riesgo, muy señalizado, al margen izquierdo esta la ciudad de
Villa Real de San Antonio (Portugal) y en el derecho Ayamonte (España) hacia donde nos dirigimos.
Cuatro millas rio adentro y pasados el muelle de los pescadores, fondeamos a una distancia muy correcta para acceder con los auxiliares a tierra. Dejamos los botes amarrados en un acceso de los pescadores, del todo prohibido, nos permiten hacerlo, al decirles que solo estaremos un par de dias, la simpatía en estos lugares es regalada,.
Cuatro millas rio adentro y pasados el muelle de los pescadores, fondeamos a una distancia muy correcta para acceder con los auxiliares a tierra. Dejamos los botes amarrados en un acceso de los pescadores, del todo prohibido, nos permiten hacerlo, al decirles que solo estaremos un par de dias, la simpatía en estos lugares es regalada,.
De turistas por las calles y
plazas de Ayamonte, muy limpias y con ese aire atlantico que nos trasladaba a
otros tiempos, donde la unica maquina que hacia mover las embarcaciones eran
los remos y el viento.
En su lonja las cajas de capturas
ofrecían un mas que fresco aspecto, las gambas, las sardianas, los grandes
pajeles, un espectaculo. Daban ganas de comprar alguna cajita.
El fondeo era tranquilo, los
terribles balanceos hasta ahora sufridos habían desaparecido, el único
inconveniente era el borneo por el cambio de marea, que unido al la deriva por el
viento provocaba que los veleros quedaran medio atravesados, sin saber muy bien
hacia donde dirigérian sus proas. Detalle sin importancia si no hubiera sido por
la proximidad con la que fondeamos el uno del otro, con tal de no alargar el
recorrido con los auxiliares. Esto nos costo un abordaje, la extrarobusta proa del
Jemanya vino a nuestra popa, solo la casualidad que estuviésemos en cubierta
evito una rubrica en el casco.
Ellos tan tranquilos y yo peleándome con otro barco |
Por la mañana bien puesta, bajamos a tierra a pasear a nuestros grumetes, mientras Teclo y yo compartíamos la paz del momento, en el Golden, Nuria mantenía una particular guerra con una embarcación vecina, a la cual abordábamos por el consiguiente efecto del borneo. Su acertada y nerviosa decisión de arrancar motor y maniobrar conseguía mantener el abordaje en solo " un posible". Nuestra calma en el muelle fue interrumpida por la llamada de Cisa avisándonos del particular combate. Cuando llegamos a bordo, al timón había agarrado un manojo de nervios de nombre Nuria, después de varios minutos y con los nervios bien peinados levamos anclas.
Conclusión la mujer tiene y debe formar parte activa de la tripulación.
Partimos, una ultima mirada al rio y rumbo a la ria de Formosa,26 millas rumbo SW, el
viento sigue si querernos. Abandonados a la suerte del motor, la corta travesía
se cumple sin grandes acontecimientos, después de cinco horas, estamos entrando
a la ria que mas bien parecía un puerto.
Dos grandes espigones protegen la entrada a la ria, una laguna plana y azul aparecía por proa, el margen oeste nos pareció un buen lugar, fondeamos a escasos metros de la orilla de la isla de Barreta, botes al agua y visita a la playa, prácticamente eramos los únicos visitantes.
Conclusión la mujer tiene y debe formar parte activa de la tripulación.
Partimos, una ultima mirada al rio y rumbo a la ria de Formosa,
Dos grandes espigones protegen la entrada a la ria, una laguna plana y azul aparecía por proa, el margen oeste nos pareció un buen lugar, fondeamos a escasos metros de la orilla de la isla de Barreta, botes al agua y visita a la playa, prácticamente eramos los únicos visitantes.
Con buen gusto habían montado un pequeño resort, del cual partían
unos paseos de madera elevados medio metro sobre la arena, muy bien cuidados y
con letreros que prohibían caminar fuera de ellos pues la zona esta considerada
espacio protegido. Esto y unas pocas cabañas de pescadores eran las únicas
construcciones. La playa al océano de casi
cinco kilómetros de largo solo era pisada por nosotros y las aves
marinas, unas pequeña zona de amacas y varios catamaranes de vela ligera parecian esperar otro publico.
Tras dar un extenso paseo por
ella volvimos a la playa de la ria y antes de darnos cuenta y con la marea
baja, estábamos todos cogiendo berberechos, cangrejos y mejillones.
Cisa se encargo de
preparar una exquisita paella, el Jemanya convertido en improvisado
restaurante, donde disfrutamos no solo de la comida, pues la sobremesa se alargaba con risas y
conversaciones, a veces profundas y otras menos, pero siempre entretenidísimas,
convirtiendo aquellos momentos en inolvidables.
Nos quedamos en aquel fondeo un
par de dias, la tranquilidad de sus aguas, la luz tan especial de aquellos
azules cielos, la proximidad al oceano y aquellos moluscos que recogiamos, no
invitaban a irse, incluso me permitio hacer surf,
solo le falto que el pequeño resort hubiese estado abierto y poder tomar las cervezas de rigor viendo como el sol era tragado por el Atlantico.
Este no es mi amor, en el agua y con los trajes todos me parecen iguales |
solo le falto que el pequeño resort hubiese estado abierto y poder tomar las cervezas de rigor viendo como el sol era tragado por el Atlantico.
Con la tonica del buen clima que
tuvimos decidimos ir hasta la isla de Culatra, 4 millas al NE y dentro de
la ria, el lugar, plagado de veleros y catamaranes unido a la pocas
profundidades, hacian complicado encontrar un sitio para dejar caer el ancla. Después
de varias vueltas logramos fondear, como venia siendo habitual, botes al agua y
el debido contacto con tierra. Pequeña excursión por las dunas y varios
catamaranes y veleros de doble quilla estaban varados en los rincones mas
escondidos de la ria. El aspecto era mas bien de deshabitados, aunque no abandonados,
otorgando al lugar un extraño paisaje. Las
ventajas de estos barcos son enormes, lograban despertar una sana envidia, el
poder reparar el casco sin tener que pagar los carisimos varaderos es algo a
tener en cuenta, amen de bajar de tu barco sin tocar el agua, en fin, alguna
pega tendran.
La noche llego y con ella la
bajamar, en el fondeo habiamos tenido un error de calculo y a media marea el
Golden se estaba quedando sin agua bajo la quilla. Quedaban mas de dos horas de
baja y ya se notaba el roce, suerte que los fondos de arena y lodo no son
agresivos, acabamos escorados y esperando la pleamar para salir del varamiento.
A las tres y media de la mañana volviamos a flotar y tras otras cuantas vueltas
encontramos un agujero con agua suficiente, una mas en la agenda de nuestra
inexperiencia.
Como lugar no estaba mal, el
pueblo de Culatra tenia varias tiendas y un pequeño super donde avituallarnos
de comida y bebida, pero el encanto del primer fondeo quedo atrás.
Visitamos la ciudad de Olhao, recorriendo
el canal del mismo nombre con la auxiliar del Jemanya, este acababa en un
pequeño puerto donde te ofrecían un servicio para abastecer de agua los
depositos, con una barca-cisterna, el
poco calado del canal no nos permitia hacerlo con los veleros.
Tras un paseo por sus calles y
algunas compras, volviamos al fondeo con
el tema del abastecimiento del agua solucionado, algo que nos preocupaba pues
llevabamos casi tres semanas y habiamos agotado el deposito grande.
Aquel lugar no nos acababa de
gustar y nos fuimos a pocos metros del embarcadero del ferry para visitar la
isla de Farol, este pueblito tenia su gracia pues las calles sin asfaltar, sus
casitas muy cuidadas con las entradas plantadas de coloridas flores y el faro
del Cabo de Santa Maria, le daban un aire muy marinero.
Dando al océano
acabamos en un pintoresco chiringuito sobre la misma arena, el ambiente muy
familiar y las cervecitas, jeje, muy frescas, su limpia playa invitaba al baño,
placer al que no nos negamos.
Después de pasar tres días
geniales, donde la convivencia continuaba al mas alto nivel, nuestros espíritus sonreían desde el interior de nuestro sueño.
Levamos anclas y quisimos llegar a la ciudad de Faro, pero la ria quedaba sin profundidad y al ser muy estrecha no nos permitía fondear.
Levamos anclas y quisimos llegar a la ciudad de Faro, pero la ria quedaba sin profundidad y al ser muy estrecha no nos permitía fondear.
Aquí acabo nuestra excursión por
esta Ria do Formosa donde nos divertimos y compartimos grandes momentos.
Decidimos hacer el retorno de noche,
alejándonos de la costa y sus millones de boyas, rumbo directo al Puerto de Santa Maria. Increíblemente
el viento de 15 a
20 nudos, soplo hasta dejarnos en la pequeña bahía entre puerto Sherry y el espigón que guarda
el rio Guadalete, donde después de 90 millas y casi 20 horas de navegación a vela
fondeamos delante de la playa de la
Pinilla.
El fondeo, si bien dejaba entrar
el viento de levante con toda su intensidad, no era tipo batidora. El acceso a
tierra con los auxiliares lo hacíamos dentro del club de vela de puerto Sherry
, sin tener que mojarnos y vigilados, un verdadero lujo y extrañamente sin tener que pagar nada.
Hasta el centro de la ciudad del
Puerto Santa Maria teníamos un bonito recorrido de una hora caminando, por sus
calles las grandes bodegas despertaban en nosotros la curiosidad por
visitarlas, cosa que solo los tripulantes del Jemanya hicieron.
Conocimos a un amigo del Jemanya,
propietario de una tienda de electrónica, sita dentro de las instalaciones del
club de vela. Hombre muy simpático y técnico profesional muy cualificado, nos aconsejo comprar una antena para la
recepción de señales wifi, que acabamos adquiriendo, a pesar de su elevado
precio, su rendimiento hacia que este quedara en un segundo plano.
Dejamos el lugar satisfechos y
contentos por los das transcurridos en el.
El poniente deba llevarnos hasta
Tarifa´, donde Teclo quería comprar un equipo de windsurf, resultado un levante
de apenas 10 nudos se enfrentaba a nuestras proas, las 55 millas tuvimos que
hacerlas con el ronroneo del familiar motor. Fondeamos en la playa de los
Lances y tras un desembarco surfero, la orillera estaba en un metro, nos
dirigimos a los comercios especializados.
Caía la noche y nosotros con
ganas de llegar a nuestro amarre, decidimos hacer las 18 millas que restaban
hasta La Linea
para no dormir fondeados en el siempre cambiante estrecho. El Jemanya quedo
fondeado esperando al siguiente día.
Con una extraña suerte, el levante
desapareció y un ligero poniente, que unido a la fuerte corriente, nos hacia
llegar en apenas 3 horas.
Después de casi un mes de
fondeos, dormir sin la preocupación del ancla, era algo que si tenia precio,
pero agradecíamos poder dejar nuestro subconsciente, inconsciente del todo.
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